miércoles, 28 de noviembre de 2012

ACOSO LABORAL

El contrato de trabajo, que normalmente se desarrolla en el ámbito de una empresa, implica para el trabajador su incorporación a una organización ajena, que comparte con otras personas, las que tienen diferentes funciones y niveles de responsabilidad en la gestión de los negocios y la actividad empresaria. De esta manera, se conforma una comunidad de trabajo que el dependiente integra, al punto que una parte significativa de su vida se desarrolla en aquélla. El empleado se relaciona con sus compañeros de trabajo y con otras personas a las que el empleador ha asignado funciones que las invisten con una autoridad funcional en la compañía. Estas personas, en las relaciones laborales con el personal, representan al empresario a quien corresponde la dirección de la empresa. Normalmente, éstas transmiten al resto del personal las instrucciones a las que deben sujetarse para la ejecución del trabajo, que corresponda al cumplimiento del objeto contractual. Pero en ocasiones, algunas personas aprovechan el ámbito laboral para imponer a otros dependientes conductas que nada tienen que ver con el trabajo o simplemente perjudicar a otros con quienes comparten las labores. Una de las manifestaciones de estas conductas son los casos de acoso, que puede ser psicológicos o sexuales, ejercidos por quienes ocupan posiciones representativas de autoridad en la empresa o aún por otros trabajadores o trabajadoras sin vinculación jerárquica con la persona afectada. El empleador tiene el deber de evitar que la ejecución del trabajo cause al dependiente daños materiales o morales a su persona. En el ejercicio de sus facultades de organización y de dirección, la ley establece que la firma "se cuidará de satisfacer las exigencias de la organización del trabajo en la empresa y el respeto debido a la dignidad del trabajador y sus derechos patrimoniales, excluyendo toda forma de abuso del derecho". Algunos fallos recientes han resuelto casos de acoso en los que se condenó al empleador o a quienes recibieron la prestación de trabajo a indemnizar perjuicios sufridos por el trabajador o trabajadora causados por esos actos ilícitos. Uno de ellos confirmó la condena a resarcir el daño moral padecido por una empleada. La trabajadora se había considerado despedida pues la negativa empresaria a su intimación en la que reclamaba, además del cese del acoso laboral y sexual, el pago de otros rubros salariales adeudados, configuró una injuria cuya gravedad no consentía la prosecución del vínculo. En un caso reciente, el tribunal tuvo por acreditado que el jefe del equipo de telecobradores hacía comentarios groseros y faltos de respeto hacia la trabajadora, delante de sus compañeras de trabajo, que hacía comentarios sobre su aspecto físico, que se acercaba y la contactaba físicamente en ocasión del trabajo, comportamiento que afectó a la dependiente y que fue idóneo para infligirle un sufrimiento espiritual con incidencia en su psiquis y personalidad. Esto le generó a la empleada un daño moral que debía ser resarcido. Igualmente consideró que las acciones del jefe, como personal jerárquico de la empresa, comprometen la responsabilidad de ésta pues fueron llevadas a cabo por el hecho y en ocasión del trabajo (Código Civil, artículo 1113, primera parte, que establece que "la obligación del que ha causado un daño se extiende a los daños que causaren los que están bajo su dependencia, o por las cosas de que se sirve, o que tiene a su cuidado). La Cámara confirmó la condena a la empresa por el monto de $50.000 determinado en concepto de daño moral. La responsabilidad del empleador por el daño causado a un trabajador que incurrió en actos de acoso es refleja o indirecta. Esto se debe a que el autor del daño es otro dependiente que obra mientras desarrolla la función. Además se debe tener en cuenta que la dependencia, a la que alude el artículo 1113 del Código Civil no se restringe a la laboral, sino que es conceptualmente más amplia por lo que la responsabilidad alcanza a quien no es empleador en sentido estricto, por ejemplo a la empresa contratante, cuando el acoso ha sido cometido por el empleado de una empresa contratista. En ese contexto, empleador debería ejercer una vigilancia activa para prevenir e impedir que se cometan actos de acoso, pues no puede desentenderse de lo que ocurra en el ámbito del trabajo, ya que tiene un deber de seguridad respecto de los trabajadores de la empresa (LCT, artículo 75).

VIOLENCIA DE GENERO - PROVINCIA DE BUENOS AIRES

Casi la mitad de las mujeres que son víctimas de violencia de género convive con su agresor, quien casi siempre pertenece a su círculo íntimo. Son dos de las principales conclusiones de las estadísticas provisionales presentadas ayer por el Ministerio de Salud bonaerense, con motivo del Día Internacional contra la Violencia hacia las Mujeres, que se conmemora mañana. El informe fue realizado por el Programa de Prevención de la Violencia Familiar y de Género, coordinado por Lidia Tundidor, y comprende 587 casos de violencia atendidos entre enero y octubre de este año en hospitales de la provincia. El registro estadístico se inició el año pasado, y en estos diez meses se aumentó en un 50% la cantidad de hospitales incluidos. En la actualidad se implementa en 9 de las 12 regiones sanitarias, 25 hospitales provinciales, 10 unidades sanitarias y tres ONGs. Queda aún por recoger la información sistemática del 50% de los hospitales. Las cifras del registro ampliado confirman la tendencia de 2011: en el 80% de los casos de violencia de género, la víctima tiene una relación estrecha con el victimario. El 90% de los casos de violencia familiar corresponden a mujeres, y tienen su pico entre los 15 y los 34 años (más del 50%). En su gran mayoría, las víctimas se acercan a los centros de salud para ser atendidas por violencia física, “pero es muy difícil que se registre sin violencia psicológica –señaló a Clarín Lidia Tundidor–. La violencia intrafamiliar siempre empieza por la violencia psicológica”. “No existe el golpeador que a su vez no esté amenazando, e imponiendo su dominación y su voluntad sobre la forma como la mujer debe vestirse, o los horarios que debe cumplir –agregó–; toda una manipulación que logra una enorme depresión de la autoestima de la mujer, y un corte de sus vínculos familiares y amistades, que la aísla, y que fortalece la idea de la víctima de que no es posible salir de esa situación de violencia”. Tundidor observó que “no es común que una mujer revele una situación de violencia psicológica en el consultorio de salud mental. Por eso, el equipo de salud debe hacer un trabajo de detección en otras consultas no asociadas, y hacerlo lo más precozmente posible”. El registro de violencia de género del Programa contempla cuatro tipos de violencia de género: la física, con un pico del 30% entre los 15 y los 24 años; la psicológica, con un pico del 29% en la misma franja etárea; la sexual, en un 19%; y la económica, con un 38% entre los 25 y los 34 años. De todos modos, Tundidor destaca que “las modalidades de violencia se combinan”. “El sistema sanitario es un lugar privilegiado para brindar una oferta de atención a las mujeres víctimas de las violencias basadas en género –indica–. El momento más oportuno es cuando se presenta el estallido de la violencia, porque es cuando la víctima está más disponible para que podamos hacer una intervención”. En el sitio del Ministerio de Salud Bonaerense, en la página http://www.ms.gba.gov.ar/regiones/regiones.html, se puede consultar el hospital más cercano; o bien llamar al Programa, 0221-429-2968, de lunes a viernes, de 8 a 17. “Nuestro lema es ‘Construir salud es comprometernos con el derecho a vivir una vida libre de violencias’ –subraya la coordinadora–. Apuntamos a la corresponsabilidad social: decir no a la violencia es un compromiso de todas y de todos”.

VIOLENCIA DOMESTICA - EL DIA DESPUES

En ningún caso fue fácil decir basta. Y cuando pudieron articular esa palabra supieron también que no alcanza con pronunciarla: es necesario sostenerla, buscar y encontrar escucha, protección, redes; una sociedad en acción a través de políticas de Estado que puedan blindar ese primer “basta” a la violencia de género hasta convertirlo en un verdadero “nunca más”. Tres mujeres que sobrevivieron a la violencia hablan de la vulnerabilidad que vivieron después de la denuncia, del miedo a morir pero, sobre todo, de las ganas de vivir. Corina Fernández decidió mudarse. No podía volver al PH de donde se escapó cuando las paredes de su casa se volvieron una cárcel. Tampoco podía quedarse en lo de su madre, sin cuarto propio. Necesitaba luz. Ese rayito que atraviesa la ventana nueva y le trae una referencia del horizonte, la línea sobre la que puede dibujar lo que vendrá. Contó con más deseo que dinero para mudarse, pero ni el minimalismo forzado por la necesidad de empezar de nuevo (sin siquiera un tenedor de su vieja vida) consigue alguna mueca distinta de esa sonrisa que tan bien enmarca su pelo largo y abundante. El pelo es la parte de su cuerpo que más quiere; la que más le dolía cuando la amenazaban con tajearle todo, todo, hasta su color cobrizo. El 2 de agosto del 2010 su ex pareja Javier Weber intento matarla en la puerta de la escuela Manuela Pedraza, de Palermo, donde ella iba a dejar a las hijas de ambos. El estaba disfrazado y le gatilló: “Te dije que te iba a matar, hija de puta”. El fallo, del 8 de agosto de este año, del Tribunal Oral Criminal Nº 9 de la ciudad de Buenos Aires, lo condenó a 21 años de prisión y, por primera vez, caratuló la causa de tentativa de femicidio. Otros aspectos importantes de la sentencia es que nombra explícitamente la violencia de género y que descarta la emoción violenta como atenuante. El fiscal general de la ciudad de Buenos Aires, Julio Castro, remarcó en su alegato la importancia de que la causa “trascienda el marco jurisdiccional”, para evitar que otras mujeres víctimas de violencia de género queden tan desprotegidas como Corina Fernández, y solicitó que la sentencia sea enviada al Ministerio de Justicia para que “establezca políticas públicas”. Después de la Justicia, la vida sigue. Corina ahora trabaja en la Dirección de la Mujer del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y busca más trabajo. Para resistir. Y para poder criar a sus dos hijas tan adolescentes como pendientes de sus celulares. Una meta que no es fácil después de ser testigos de la violencia y de casi perder a su mamá. Pero ella se aferra a la vida cotidiana, a la nueva planta, a la gran ventana, para creer que con todos los vaivenes del desamparo y del trauma, ella va a poder salir y sacar a sus hijas adelante. Claudia tiene 47 años, 8 hijos, 6 nietos y todavía recuerda que su ex pareja llegó a violarla una semana después de su última cesárea. Se describe a sí misma como una mujer golpeada durante dieciocho años y se anhela con un refugio, un comedor nocturno para niños y un taller de manualidades para tener trabajo. Ella vive en Las Varillas, Córdoba. A los 19 años, ya estaba embarazada de seis meses y ya conocía la vulnerabilidad de lo que no siempre es dulce espera. “Me agarró de los pelos, me tiró al suelo y me pateó cuanto quiso”, recuerda, como si el dolor no se quisiera borrar para que no queden impunes las huellas. Su primer esposo la abandonó con cinco hijos. “Hasta que luego de un año vino un señor, mal llamado señor, una bestia, a ofrecerme un mundo color de rosas para criarme a mis hijos”, recuerda. “Al principio me traía regalos, me tenía como una reina, hasta que un día se convirtió en el infierno. No podía alzar a mis hijos a upa. Tenía que ir a las reuniones del colegio con la cabeza gacha sin mirar ni saludar, escuchaba mis conversaciones telefónicas. Llegó a violarme, golpearme con una cadena, quebrarme tres costillas, torcerme el cuello”, describe como si el horror no llegara a un punto final. “También le di hijos porque, como muchas, pensaba que iba a cambiar por los hijos”, rememora. La vida de Claudia resalta la falta de refugios. Ella denunciaba, pero no tenía adónde irse con sus hijos. –¿Quién te da techo y comida? –se pregunta. Y se entusiasma: “Por eso mi lucha es abrir una casa refugio”. Para que nunca más una mujer tenga que mantener la boca cerrada. –Si llegaba a saludar, reírme o hablar con alguien seguro era una paliza –describe. Delia Silva tiene 58 años, tres hijas mujeres y un orgullo: estar cursando el secundario. Es soltera, pero sabe lo que es estar cazada y no casada durante veintidós años. Ella trabajaba en el hipódromo de San Isidro y él tenía todo lo que podía tener: era abogado, seductor y buen mozo. Al mes ella se sentía enamorada y creía que los celos de él y sus exigencias para que no se arreglara eran parte de su amor. “Nosotras nos criamos con la Cenicienta y Corín Tellado por eso no nos damos cuenta de que los celos no son normales”, diferencia ahora. Antes todo parecía parte de una relación sentimental. “No me daba cuenta de los indicios hasta que una Navidad me golpeó”, se remonta Delia. Ella ya es otra. Es una mujer que puede hablar en pasado, gracias a los grupos de la psicóloga Lucía Heredia en Tigre y a su propia valentía. Pero también reconoce las secuelas de cada día. –Yo tengo mucha suerte de no haber muerto: tuve muchos golpes en la cabeza y en el cuerpo –dispara una de las mujeres que se podrían contabilizar como femicidios, pero están aquí para recordarnos la ayuda que necesitan las que están vivas. Corina también sobrevivió. Por eso, tiene que hablarles a las que todavía pueden y necesitan ayuda para que la violencia quede atrás y la vida siga para adelante. “Yo tenía mucha necesidad de trabajar y empezar una vida nueva. Por eso, cuando me llamaron de la Dirección de la Mujer para trabajar en el área de violencia entendí que el camino era por ahí. Mi testimonio sirve para que las mujeres se animen. Me ofrecieron otros empleos de secretaria bilingüe que son de más plata, pero quiero ayudar. Por algo me salvé. Y si me salvé para ayudar a otras mujeres bienvenido sea. Hoy tengo que devolverle a la vida estar viva. No quiero trabajar desde el lugar de víctima, sino de par. Se están armando grupos, estamos recorriendo las villas, rescatando mujeres. La idea es tratar de prevenir, captar y ayudar. También quiero armar una ONG para incentivar la prevención. No hace falta llegar a las balas. Cuando una mujer es violentada no queda nada de vos, pero yo quiero decir que hay una vida. Estar de puertas adentro con un violento no es vida. Estás pensando cada paso que das, cada palabra”, relata. ¿En qué creés que podés ayudar a otras mujeres? –No desde la víctima, sino del empoderamiento de la mujer. La víctima ya fue, ya pasó. Gracias a Dios que estoy viva. Pero hoy quiero dar el mensaje de que se animen a denunciar, que no hay nada peor que estar ahí adentro. Todo el mundo me dice que soy un estandarte porque estoy viva y desde ese rol trataré de hacer lo mejor que pueda. Muchas veces se acusa a las mujeres de aceptar la violencia y de no animarse a hacer la denuncia. Pero ahora hay mujeres muertas después de separarse y denunciar... –Las leyes están hechas, pero no hay una red social que lo sustente. Yo creo que hay que trabajar en el día después de la denuncia. El día que yo lo denuncié me sentí liberada y creí que estaba más protegida, pero me di cuenta de que estaba más desprotegida que nunca. De puertas adentro, mal que mal, sabés cómo manejarte. Pero cuando lo denunciás las cartas están jugadas sobre la mesa y la otra persona sabe que está todo mal porque lo denunciaste y se brota. El maltratador tiene el poder sobre vos, cuando perdió el poder empieza a querer mostrarte todo el poder que tiene, como cuando a mí me decía: “Vos no estás muerta porque yo no quiero, si estás viva es porque se me canta”. De hecho, intentó matarme. ¿Qué les pasa a las mujeres de clase media? –Yo me pude ir porque trabajaba y tenía una red social: la casa de mi mamá. Pero cualquier mujer violentada sabe que si hay un cartel que dice “no estás sola” ese cartel está dirigido a vos. El tema es animarse. Es horrible. Pasás mucha vergüenza. Yo la pasé. Pero la volvería a pasar mil veces. Porque cualquier cosa es mejor a estar en ese lugar. ¿Cuántos años viviste violencia y cómo te animaste a denunciarlo? –Yo estuve en pareja catorce años y los últimos cinco años fueron los peores. Cada vez era peor. Empezó con que yo lo engañaba. Todo hombre era sospechoso. Hasta que un día quería abrir la casilla de correo de mi trabajo y no se lo permití porque sabía que me podía hacer echar, y me estuvo pegando desde la una del mediodía hasta las once de la noche. En realidad, eso fue otra tentativa de homicidio. Estuvo mal caratulado. Me tiraba cuchillos como si yo fuera un tiro al blanco. Me pegó con el palo de la aspiradora. Me sacó las llaves de la casa y me sacó el celular y me llevó al fondo de la casa para que no se escucharan los golpes. Tuve un Dios aparte porque había una amiga que sabía que las cosas estaban mal y cuando vio que no estaba en el trabajo y que no atendía el teléfono de la casa ni el celular se le prendió la lamparita de llamar a la policía. Mi amiga me decía “vos vas a salir de acá muerta”. Esto fue en el 2008 y me baleó un año después. La policía casi tira la puerta abajo. Ahí yo salí e hice las denuncias por lesiones, amenaza de muerte (él amenazaba con matarse, matarme a mí y matar a las chicas) y lo que ellos llaman violencia doméstica, que en este caso tendría que ser caratulado tentativa de homicidio. Esa noche no me quisieron entregar a mis hijas. Pero al otro día estaba en la Oficina de Violencia Doméstica (OVD) de la Corte Suprema de Justicia de la Nación y me dieron la exclusión del hogar y prohibición de acercamiento. Pero como él me pegó tanto y yo sabía que él podía entrar por el techo me fui de esa casa con mis hijas a lo de mi madre y nunca más volví a esa casa. Entiendo que no todo el mundo tiene esa posibilidad. La decisión de denunciar no es fácil. ¿Sabés las veces que estaba por ir a la OVD y no iba? Lleva un tiempo animarse. Pero es importante saber que tenés esa posibilidad. Y no a todo el mundo le tiene que ir tan mal como a mí, sino que el sistema debe ser eficiente. ¿Qué pasó después? –Yo le hice una denuncia por semana, en total 80 denuncias, hasta que me vino a balear. Aparecía y rompía la prohibición de acercamiento y me amenazaba de muerte. Si alguien rompe la prohibición de acercamiento hay que meterlo preso, porque si no se genera más impunidad. El estaba cada vez más agrandado. Yo me la pasaba llamando al 911 y cuando llegaba ya se había ido, ya me había amenazado y asustado. Pero lo que hizo fue dejar testigos en todos lados. Había mamás del colegio que pensaban que me estaban asaltando. ¿Cómo te baleó en la puerta del colegio de tus hijas? –En las vacaciones de invierno me fui a lo de una amiga porque en lo de mi mamá no había lugar para estar con las nenas todas juntas todo el tiempo y durante quince días no me encontró y enloqueció. El primer día de clases, cuando llevé a las nenas, se apareció, a las 8 de la mañana, y me baleó. Me salvé de milagro. Apoyó el revólver, la bala no tomó velocidad, la costilla la desvió. Una cosa de Dios. Un milagro, dicho por los médicos del Hospital Fernández. Ni ellos se explicaban cómo estoy viva con tres balazos. Pero mucho tiene que ver con la fortaleza. Yo sabía que no merecía morir y que la había pasado bastante mal como para terminar así y que él se saliera con la suya. Yo tiendo a ser valiente, porque cuando viviste bajo violencia estás entrenadísima en situaciones de tensión. Antes de desmayarme dije quién me había baleado y dónde lo iban a encontrar. Y en el juicio me banqué una semana teniéndolo enfrente. ¿Qué cambiarías de las leyes? –No sirve la exclusión del hogar porque te lo sacan de la casa y te lo dejan en la esquina. Vos no podés estar presa en tu casa. Tenés que trabajar y llevar a tus hijas al colegio, y estas personas se creen Dios y si las leyes no los paran se sienten cada vez más poderosos con una pobre mujer, porque con otras cosas son cagones. ¿Estas conforme con la Justicia? –Sí, le dieron 21 años cuando en el caso de Wanda Taddei –por haberla matado– le dieron 18. Pero lo que hay que entender es que yo no estoy muerta porque hay un Dios que me salvó, porque él hizo todo para que yo esté muerta. No me pegó en el brazo o en la pierna para asustarme. Me disparó al corazón. Que no le haya salido bien es otro tema. Pero él vino a matarme. El deja escrito en una carta. Eso fue lo que peor me hizo del juicio. Mi abogada, Marta Nerselles, me cuidó un montón y sabía que en el juicio me iba a enterar de un montón de cosas. No sólo me di cuenta de que tengo un enemigo acérrimo en la vida. Cuando leían una carta que escribió antes de salir a dispararme, después de dos años de no escucharlo, fue como volver a sentir lo que yo vivía a diario. El decía en la carta: “Vas a gemir de dolor y te voy a partir el pecho a balazos”. Es tan terrible cuando tenés alguien que te violenta psicológicamente. ¿Qué puede ser peor que eso? ¿Cómo estás cuando escuchás todo el día eso? Antes del juicio vos recibías amenazas. ¿Continuaron después de la sentencia? –Antes del juicio era hostigamiento. Me hizo echar del trabajo porque era capaz de hacer cincuenta llamados en una hora. Te enfermaba de verdad. Después no recibí amenazas, pero sí llamó y dejó mensajes en el contestador. El fallo de tu caso se caratuló como histórico. ¿Creés que es un antes y un después? –Espero que si y que todo lo que yo tuve que vivir sirva para que otras mujeres no tengan que pasar por esto. Acá el problema es la impunidad. Los denunciás y no pasa nada. Rompen la orden de no acercamiento y no pasa nada. Ahora se están comiendo 21 años de cárcel, pero está enloquecido por venir a matarme porque yo estoy vivita y coleando. ¿Cuál es tu mensaje para las mujeres que puedan estar pasando situaciones similares? –Mi mensaje es que todo vale la pena: vale la pena denunciar. No importa qué difícil sea el camino, pero al menos es un camino que una construye y lo más importante es recuperar lo que una es. Solamente las mujeres que padecieron esto saben qué es vivir constantemente con el miedo. No hay que dejar que te aíslen ni decir que no lo hacemos por los chicos. Los chicos sufren más si hay violencia. Cuando a mi nena más chiquita él le decía “gorda” si yo me metía a defenderla terminaba bañada en Coca-Cola y con un plato de fideos en la cabeza. Una no puede vivir así. No se puede pensar “¿qué va a pasar hoy?” Estás muerta en vida. Por eso, mi consejo es pedir ayuda –a mí me salvó una amiga– y volver a recuperar la dignidad. Delia pagó cara su supervivencia. “Yo hipotequé mi casa para que él hiciera un negocio y la perdí”, se lamenta. La dependencia económica era una de las trabas para no destrabar la relación. “Siempre tuve temor a estar sola”, cuenta. También que hubo un engaño: “Pusimos un negocio que duró tres meses. El salía con una de las empleadas y yo tengo una reacción con la chica. El me golpea, yo lo golpeo y la golpeo a la chica, era como una cadena”, revela. Ahora también puede desatar esa cadena en donde el poder y la vulnerabilidad no tenían el mismo peso: “A veces las mujeres nos equivocamos. Una no debe insultar a otra mujer. No es ella la responsable. El era responsable. Me hubiera dejado antes de estar con otra persona. Nunca más volvería a insultar a una mujer. Me he vuelto un poco feminista, creo que las mujeres debemos protegernos más”, rescata. Pero llegar hasta acá, hasta hoy, no fue fácil. Ella era víctima de una violencia que no sabía describir como de género. El la quería internar. Ella estaba bastante medicada. Y atada. Hace poco pudo separarse y lanzarse a la aventura de poder pagar un alquiler. “Yo soy artesana. Me cuesta bastante enfrentar la vida”, dice. También queda claro que las leyes son insuficientes. “Pudimos hacer que se fuera él porque siempre me tenía que ir yo. Pudimos sacarle la llave. No hice una medida perimetral porque vive cerca. Sigue viendo a mi hija menor y también la insulta o la denigra”, desarma la idea de final feliz o de –simplemente– un final. La violencia es una saga. Pero también con pequeñas victorias. “A los 58 años me volví a teñir y a pintarme y, por sobre todo, retomé mis estudios secundarios. Se puede salir, pero el daño deja secuelas y una tiene que ser muy fuerte para volver a ser la persona que era”, se alegra.

MUTILACION FEMENINA

Tenía siete años cuando fui mutilada. Aquello fue una fiesta, durante un mes me hicieron sentir como una princesa: todo el mundo me regalaba bombones, flores, juguetes. No te lo podrías imaginar... Luego, vino la pesadilla” (Najma Ahmed Abdi, Somalia). Najma es una de las 130 millones de mujeres en el mundo que hoy podrían contar el mismo horror. Ciento treinta millones de mujeres amputadas: les extirparon el clítoris a modo de “bienvenida” al universo femenino. Aunque parezca mentira, esta práctica tan ancestral como ultramachista sigue vigente en, al menos, 28 países del planeta. Principalmente, en África. Acaso estemos ante el mayor fracaso del feminismo en su siglo de lucha por la igualdad. Si el clítoris supone el símbolo más contundente de la liberación de la mujer, quien ha logrado apropiarse de su cuerpo, ejercer su sexualidad y buscar el placer sin culpas, la mutilación genital femenina (MGF) es la demostración más brutal de que el patriarcado sigue en las trincheras. ¿O tendremos que hablar directamente de fracaso de la civilización? Efua Dorkenoo no cree que sea tan así. “Es un mecanismo complejo para controlar la sexualidad femenina en algunas sociedades, lo que refleja sí una desigualdad profunda entre los sexos y constituye una forma extrema de discriminación contra la mujer. En mi experiencia, los extranjeros encuentran esta complejidad difícil de entender, pero no es más que un reflejo de la falta de poder de las mujeres en esas comunidades donde la supervivencia depende de estar casadas y, a su vez, la mutilación está vinculada al casamiento. Incluso las propias víctimas llegan a convertirse en defensoras de la práctica. La mayoría de las madres piensa que están haciendo lo mejor por sus hijas, y que de esa manera evitarán que las niñas sufran más adelante el rechazo social.” Esta ghanesa oriunda de Cape Coast, de 63 años, es una referente mundial en el tema. Se formó como médica, se especializó en salud pública y desde hace treinta años lucha para erradicar la ablación, hoy, como directora de un programa especial contra MGF desde la organización Equality Now, con sede en Londres. Entrevistarla es meterse en un pasadizo que te lleva a una edad de piedra en pleno siglo XXI, con un registro completamente distinto de lo que entendemos por cultura. El recorrido abarca mucho más que un puñado de pueblitos perdidos en el África profunda, Asia y Oriente Medio. Aunque resulte inverosímil, también en Europa y Estados Unidos se practica la mutilación como ritual de iniciación. “En la década de 1970 yo estaba haciendo un curso de obstetricia como parte del entrenamiento para ser enfermera, en una maternidad de Sheffield, Inglaterra, cuando una mujer somalí llegó para parir. Había sido sometida a la forma más radical de esta práctica, la infibulación, que es la escisión total de los genitales externos y la sutura de la abertura vaginal. No había espacio suficiente para el parto por vía vaginal. En aquel momento, los médicos británicos no tenían conocimiento de la mutilación femenina. No había protocolos clínicos y no estábamos preparados para un parto así. Al ser la única persona negra en la sala de partos en ese momento, mis colegas me miraron como pidiéndome explicaciones de qué era eso. Algunos pensaron que la mujer había tenido un accidente que le había causado esas cicatrices. Yo sabía que la clitoridectomía era practicada por algunos grupos étnicos de Ghana, pero no tenía ni idea de que existían formas tan radicales de la ablación genital. El dolor innecesario que atravesó esa mujer y la indignidad a la que fue sometida, rodeada de profesionales blancos, que la revisaban de manera insensible, la indagaban y traían equipos de estudiantes de medicina para mirar su vulva mutilada... Todo eso tuvo gran impacto en mí como africana y como mujer. Decidí aprender más sobre el tema y finalmente he dedicado mi vida a esto.” ¿Cómo explica esta práctica? ¿Es por razones culturales, religiosas? Al igual que otros comportamientos sociales, esto tiene que ver con un sistema de creencias muy variado y complejo. Por un lado está la expectativa de que los hombres se casan sólo con mujeres que han sido sometidas a la ablación; el deseo de un matrimonio, esencial para la seguridad económica y social de esas mujeres, así como para el cumplimiento de los ideales de feminidad, da cuenta de por qué persiste esta costumbre. Muchos la consideran una “buena tradición”, un requisito religioso o un rito necesario de pasaje a la adultez. Otros creen que garantiza la fidelidad de las mujeres, que aumenta el placer sexual masculino o suponen que evita la promiscuidad. También existe el mito de que si no se corta, el clítoris crecerá en forma excesiva. En cuanto a las religiones, se puede encontrar entre cristianos, judíos, musulmanes y también entre seguidores de las creencias indígenas. En una época en la que se reivindica a los pueblos originarios en el mundo entero y a sus culturas, ¿cómo se hace para tolerar semejante aberración? Depende de a quién se le esté hablando; en mi experiencia, la gente se pone a la defensiva si siente que la están atacando. Por lo tanto, se requiere un enfoque estratégico y un acercamiento basado en el respeto para hacer frente al problema. Yo empecé en esta lucha en los años 80; en aquellos días el tema era muy controvertido. Quienes suscribían a estas prácticas sostenían que se trataba de un derecho cultural. Y cualquier debate sobre la cuestión era recibido como imperialismo cultural o racismo. Mi primera tarea fue la de establecer vínculos con los indígenas defensores de los derechos humanos en los países que la practicaban, para dar voz a esa lucha a nivel internacional. ¿Y qué pasó desde entonces? ¿Alguna comunidad puso fin a la MGF? Hubo un cambio radical en la política sobre la mutilación genital desde la década del 80 hasta hoy. Muchos gobiernos han pasado de una posición de negación y política cero sobre el tema, a por lo menos aceptar que se trata de una cuestión de derechos humanos. En 1997, veintidós países africanos se unieron a la Organización Mundial de la Salud para poner en marcha un plan regional de acción para erradicar esta práctica. Y de ellos, actualmente diecisiete ya tienen leyes contra la ablación. Pero una cosa es que se prohíba y otra muy distinta es lograr que se termine definitivamente. Si bien las leyes son importantes, por lo general, no alcanzan para lograr un cambio real en los comportamientos. Hacen falta cambios estructurales y educativos. De acuerdo a las últimas estadísticas sobre MGF, la práctica está disminuyendo en África, pero muy lentamente. Todavía hay grupos étnicos con altísima prevalencia (en países como Sudan, Somalia, Sierra Leona, Guinea o Egipto llega al 90%). ¿La mutilación genital es una forma de esclavitud? Es importante tener en cuenta que la sexualidad femenina ha sido reprimida de formas variadas, en todas partes del mundo a lo largo de la historia y esto sigue aún hoy. Las esclavas en la antigua Roma tenían uno o más anillos puestos en los labios mayores de la vagina para evitar que quedaran embarazadas. Cinturones de castidad fueron traídos a Europa por los cruzados en el siglo XII. Hasta hace muy poco, la clitoridectomía se realizó como un remedio quirúrgico contra la masturbación en Europa y Estados Unidos y la cirugía genital innecesaria continúa hasta el día de hoy. ¿No cree que las religiones son cómplices silenciosas? Es una cuestión cultural más que religiosa. La ablación no está mencionada en el Corán y tampoco en la Biblia. Yo diría que tiene más que ver con la forma en que los textos religiosos han sido interpretados por líderes religiosos varones y socialmente conservadores. Además, creo que la práctica prospera en áreas donde las enseñanzas religiosas buscan subrayar el control de la sexualidad de las mujeres.

MUTILACION GENITAL

La Asamblea General de Naciones Unidas ha aprobado por primera vez una resolución que condena la mutilación genital femenina y pide a los Estados miembros medidas de castigo y educativas para frenarla. El texto urge a los estados miembros de la ONU para que tomen todas las medidas, incluyendo leyes que prohíban expresamente esta práctica, a fin de proteger a mujeres y niñas de "cualquier forma de violencia" y poner fin a la impunidad, ha señalado un comunicado. La Asamblea General pidió un esfuerzo para que las autoridades, servicios médicos y líderes religiosos y comunitarios redoblen sus esfuerzos para aumentar la concienciación y combatir las actitudes que aún defienden la ablación del clítoris femenino. También se acordó pedir que el 6 de febrero sea declarado el Día Internacional de la Tolerancia Cero contra la Mutilación Genital Femenina. Tras la aprobación, el embajador italiano ante la ONU, Cesare Maria Ragaglini, que ha sido uno de los principales promotores, destacó que la resolución supone un instrumento para ayudar a "cambiar el destino" de mujeres y niñas de todo el mundo. Varios países africanos, como Kenia o Burkina Faso (que presentó el texto final a la Asamblea en nombre de un grupo de países de ese continente) destacaron la importancia del texto para intensificar la lucha internacional contra esta práctica.

viernes, 16 de noviembre de 2012

UNA CASA SIMBOLO DE LA VIOLENCIA DE GENERO

La casa del odontólogo Ricardo Barreda, el hombre que hace veinte años asesinó a su esposa, sus hijas y su suegra, fue expropiada ayer por la Legislatura bonaerense y será sede de la ONG María Pueblo para brindar alojamiento y asistencia a las mujeres víctimas de violencia doméstica. La organización apuntará a trabajar los conflictos que existen en torno de las diferentes violencias de las que son víctimas las mujeres. El inmueble ubicado en 48 entre 10 y 11 de La Plata, está abandonado desde el 15 de noviembre de 1992, cuando el hombre cometió el cuádruple homicidio. El proyecto, presentado por el Frente para la Victoria, fue aprobado en la Cámara de Senadores de la provincia. Barreda fue condenado a reclusión perpetua por el múltiple asesinato en 1995, pero a fines de marzo de 2011 obtuvo la libertad condicional y desde esa fecha vive en un departamento de la ciudad de Buenos Aires que comparte con su nueva pareja. En ese sentido, la iniciativa, impulsada por el legislador del Frente para la Victoria, Gabriel Bruera, aparece para desandar ese camino de la violencia hacia las mujeres y para resignificar el lugar. Y establece que, una vez expropiada, la casa será “transferida a la municipalidad de La Plata para desarrollar un Centro Municipal de Prevención contra la Violencia de Género”. El legislador sostuvo que la idea primaria “es transformar un lugar negativamente emblemático en donde fueron asesinadas cuatro mujeres en un contexto de extrema violencia intrafamiliar en una respuesta contra la violencia de género en todas sus formas”. En tanto, en los fundamentos del proyecto, consideró que “llega para hacer un aporte concreto en consonancia con todas las actividades y políticas desarrolladas” contra la violencia hacia las mujeres. La ley establece que la casa será utilizada para charlas y capacitaciones a policías, docentes, integrantes de la Justicia, fuerzas de seguridad, universitarios, profesionales de la salud y, a la vez, construir un espacio para consultas y una biblioteca temática. Darío Witt, coordinador de la entidad que será responsable de la casa, explicó que el objetivo es transformar esa casona “en un lugar que sea símbolo de vida, de amor, de debate, discusión, poner sobre el tapete estos temas”. Luego de la sanción de la ley referentes provinciales visitaron el lugar. Entre ellos el jefe de Gabinete bonaerense, Alberto Pérez, y el ministro de Desarrollo Social, Martín Ferré; el subsecretario de Relaciones con la Comunidad y Comunicación, Carlos Gianella; el jefe de Gabinete de la cartera social, Pablo Pernicone; los responsables del Instituto Nacional de Hombres contra el Machismo (Inahcom), Alex Freyre, José Di Bello. Allí los funcionarios destacaron el trabajo realizado por la Legislatura provincial, la municipalidad de La Plata y las organizaciones y aseguraron que “a partir de ahora esta casa se transfigurará en futuro, en alternativa y en más derechos para todos”. Las estadísticas criminales en la provincia de Buenos Aires indican que “el 70 por ciento de las denuncias por violencia intrafamiliar son realizadas por mujeres y que en esos casos, los agresores son hombres”, precisó Bruera, que también participó de la visita. La expropiación de la casa, que no fue abierta en los últimos 20 años, se da también en el medio de un conflicto de intereses que se mantiene por la herencia de la vieja casona entre Barreda y los familiares de su ex esposa, causa que está radicada en la Justicia civil y comercial de La Plata.

VIOLENCIA DOMESTICA

Perturba ver las caras de esas mujeres golpeadas. Tienen moretones, cortes, balazos, mucho dolor encima. Tienen miedo. Son algunas de las tantas caras que esconden las estadísticas que también abruman. En 2011, la Oficina de Asistencia a la Víctima y al Testigo (OFAVyT) del Ministerio Público Fiscal de la Ciudad de Buenos Aires intervino en casi siete mil casos de violencia doméstica, alcanzado un número mensual que se equipara al de la Oficina de Violencia Doméstica de la Corte Suprema de Justicia de la Nación. ¿Pero qué pasa con esas denuncias? La semana pasada un hombre fue condenado a 21 años de prisión por balear a su ex mujer y madre de sus dos hijas. Tenía restricción de acercársele, y la baleó en la puerta de la escuela. Ella lo había denunciado 80 veces. La Oficina de Asistencia a la Víctima porteña tiene once centros de atención donde denunciar: 0800-333-47225. También por mail: denuncias@jusbaires.gov.ar. Otra posibilidad es acercarse a alguna de las dos sedes de la Policía Metropolitana (Saavedra y Barracas) o a la OVD de la Corte Suprema: atiende las 24 horas todos los días. Lavalle 1250 PB. Teléfono 4370-4600 interno 4510/4. Mail: ovd@csjn.gov.ar. Otra opción: Línea Mujer: 0800- 666- 8537. Todos los días, las 24 horas. La línea 137 también brinda asistencia integral. “Se puede ir a cualquier comisaría, pero allí la atención no es específica y los sumarios pueden tardar días hasta que los vea un fiscal”, explica Gonzalo Sansó, al frente de la OFAVyT-. Es importante que la atención sea especializada. A estas mujeres hay que contenerlas. Se estima que tardan entre 5 y 10 años en animarse a denunciar”.

VIOLENCIA DE GENERO

Los hechos de violencia familiar constituyen actos ilícitos que ocasionan daños que tienen apreciación en dinero por lesionar a las personas, sus derechos y bienes. En muchos casos los maltratos derivan en delitos penales, homicidio, abuso, delitos contra la integridad sexual agravado por la relación de parentesco entre víctima y agresor. Siempre son causales de divorcio o separación. Se puede demandar al otro por los daños y perjuicios derivados de la violencia ejercida sin promover con anterioridad juicio de divorcio. Siempre hay que denunciar. Para hacer la denuncia se debe llevar a la comisaría el DNI, pero si se tienen hijos, también los de ellos. Relatar los hechos sufridos con precisión y si existieron situaciones anteriores de violencia también se deben sumar. En lo posible ofrecer testigos (familiares, vecinos). Se pueden utilizar también otros medios de pruebas como mensajes de textos intimidatorios, amenazadores, correos electrónicos, certificados médicos de las lesiones provocadas o informes de psicólogos. Al finalizar la denuncia, debe leerse con atención para ver si el relato coincide con lo escrito. Pedir copia de la denuncia realizada. En la Ciudad de Buenos Aires y en las provincias existen distintas líneas telefónicas que ofrecen respuesta para contención y derivación a los centros de atención para las víctimas de violencia. Son clave porque orientan sobre el tratamiento integral de esta problemática.

viernes, 9 de noviembre de 2012

DIVORCIO - PRUEBA TESTIMONIAL

Al decretar el divorcio por culpa de ambos cónyuges en razón de las injurias graves que ambos se profesaban recíprocamente, la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil explicó que los parientes más cercanos, amigos íntimos, servidores, son los que tienen mayor conocimiento acerca de cómo se desenvuelven las relaciones familiares, ya que son los que presencian los hechos injuriosos, los incidentes o las agresiones físicas, motivo por el cual este tipo de testigos, que en otros juicios suelen ser sospechados de parcialidad y eliminados como elemento de convicción, no lo son, en principio, en éstos. En los autos caratulados “D. L. H. L. c/ D. D. P. M. s/ divorcio”, la juez de primera instancia había hecho lugar a la demanda de divorcio promovida por H. L. D. L. contra su cónyuge P. M. D. D. a quien encontró culpable por la causal de injurias graves prevista por el art. 202, inc. 4º del Código Civil a la vez que desestimó en el mismo pronunciamiento la reconvención que había deducido la demandada por idéntico motivo imponiéndole a esta última las costas del proceso. Dicha resolución fue apelada por la vencida quien argumentó que no se había tenido en cuenta en la sentencia recurrida la prueba testifical aportada por su parte que daba cuenta del maltrato recibido por su esposo quien la habría degradado ante terceras personas sometiéndola a manifestaciones incompatibles con los deberes que surgen de la institución del matrimonio. Los jueces de la Sala E explicaron que compartían “plenamente las consideraciones efectuadas en el pronunciamiento recurrido en lo que se refiere al carácter evidentemente injurioso de la conducta de la demandada y nada cabe añadir a las conclusiones a ese respecto puesto que se trata de un apropiado estudio de las probanzas agregada a la causa”. Sin embargo, los jueces consideraron que “no se ha utilizado similar criterio para analizar los hechos del demandante según resulta de declaraciones testificales que dan cuenta de un comportamiento similar de éste para con su esposa”. Los jueces entendieron que “se ha soslayado la debida consideración de los dichos de la empleada doméstica del matrimonio quien dio cuenta en su declaración testifical de hechos relevantes para la resolución de la presente controversia”, destacando que “se advierte en su relato tanto la insistencia basada en una voluntad de dominación por parte de la demandada -que relatan los testigos propuestos por el esposo- como el maltrato desplegado por D. L. que surge de las declaraciones de la testigo Videla”, por lo que “la intemperancia era mutua y los maltratos recíprocos, los cuales habrían surgido después de los fracasos en la realización de un tratamiento de fertilización asistida”. En la sentencia del 15 de agosto pasado, el tribunal explicó que tales dichos deben ser analizados “ de acuerdo a lo que se ha entendido en esta materia, en el sentido de que los parientes más cercanos, amigos íntimos, servidores, son los que tienen mayor conocimiento acerca de cómo se desenvuelven las relaciones familiares; casi exclusivamente son los que presencian los hechos injuriosos, los incidentes o las agresiones físicas, motivo por el cual este tipo de testigos, que en otros juicios suelen ser sospechados de parcialidad y eliminados como elemento de convicción, no lo son -en principio- en éstos, siendo que el juzgador le da especial relevancia a sus declaraciones, precisamente por ser los mejor informados”. En tal sentido, sostuvieron que “particularmente relevante resulta la declaración de la mencionada empleada doméstica quien, entre todos los testigos declarantes en autos, es la persona que ha convivido durante un extenso período en el domicilio de las partes y ha podido advertir el desenvolviendo interno de las relaciones conyugales”. En lo relativo a las injurias graves, los camaristas entendieron que “sabido es que por tal ha de entenderse -en un concepto ampliamente difundido en doctrina y jurisprudencia- todos aquellos actos, intencionales o no, ejecutados de palabra o de hecho, por escrito o materialmente, que constituyan una ofensa para el otro cónyuge, ataquen su honor, su reputación o su dignidad, hiriendo sus justas susceptibilidades”. En base a ello, la mencionada Sala resolvió que “se ha revelado a través del estudio de las declaraciones testificales obrantes en autos un maltrato mutuo que se ha dado por diversas formas que resultan equiparables, en definitiva, en su entidad injuriante”. Los magistrados expusieron que de acuerdo a lo que surge en la prueba producida “la relación entre ambos cónyuges se encontraba profundamente deteriorada por el maltrato y la indiferencia mutua que ambos se profesaban y que se revela en el curso de las declaraciones prestadas en el curso del proceso”. Al confirmar la sentencia en cuanto hizo lugar a la demanda promovida por el actor y modificar para que se decrete también el divorcio de las partes por culpa de H. L. D. L. incurso en la causal de injurias graves, los jueces concluyeron que “surge así de la prueba producida que la relación entre ambos cónyuges se encontraba profundamente deteriorada por el maltrato y la indiferencia mutua que ambos se profesaban y que se revela en el curso de las declaraciones prestadas en el curso del proceso”. En tal sentido, remarcaron que “las injurias por vías verbales y de hecho desplegadas por el marido son de similar entidad a las comprobadas en la sentencia recurrida de manera que considero inconveniente formular una distinción de gradaciones para salvar a un cónyuge en perjuicio del otro”, ya que “ambos se han comportado en contra de los deberes conyugales establecidos por el art. 198 del Código Civil y por consiguiente ambos deben considerarse responsables del fracaso matrimonial ante el grado de injurias mutuas, sin que se adviertan circunstancias de semejante entidad que hagan conveniente admitir los reclamos -no comprobados por las constancias de la prueba- por daño psicológico y por daño moral”.

DIVORCIO - FALLO

Debido a que en la reconvención el cónyuge probó que su esposa le había mentido respecto a un supuesto embarazo que ambos estaban aguardando, lo que constituye una injuria grave, la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil decretó el divorcio vincular por culpa exclusiva de la cónyuge, a la vez que consideró procedente el resarcimiento del daño moral sufrido por el marido. En la causa “C. L. M. c/ G. P. L. s/ divorcio”, la Sra. L. M. C. había iniciado demanda de divorcio contra el Sr. P. L. G. fundada en la causal prevista en el artículo 202 inciso 5 del Código Civil, alegando que su marido había abandonado el hogar conyugal , trasladándose al domicilio de su madre. Según expuso la actora, unas semanas después se reunieron en un café a charlar sobre lo que había sucedido, y allí sintió un dolor abdominal fuerte que hizo que fueran a atenderla al Hospital Sirio Libanésy le informaran de su posible embarazo, no obstante regresar al hogar juntos y hacerse un test que diera positivo, su esposo no quiso reanudar la vida en común. Por su parte, el demandado negó el señalado abandono, y reconvino a su mujer por injurias graves perpetradas por haber simulado un embarazo lo que generó una discusión fuerte y una serie de improperios que, según sostuvo, lo llevaron a retirarse en forma voluntaria mas no maliciosa. La magistrada de grado, luego de considerar acreditado que la esposa ocultó el embarazo a su esposo, hecho éste que calificó de altamente injurioso, y no probado que el abandono del hogar hubiera sido intencionado, decretó el divorcio impetrado, por culpa de la cónyuge incursa en injurias graves , la condenó a resarcir la presura que sufriera el marido con la paga de pesos cinco mil, y desestimó el alegado abandono de éste, con costas a aquélla. Dicha resolución fue apelada por ambas partes. La actora se agravió al considerar que admitida la dejación y no probados los extremos invocados por su consorte, cabe admitir lo malicioso de tal proceder, a la vez que sostuvo que la culpa endilgada en la sentencia no ha sido tal, de modo que no corresponde indemnización alguna. Por su parte, el esposa se quejó del monto fijado en concepto de indemnización, argumentando que no se trató de ocultamiento de embarazo sino , lisa y llanamente ,de su simulación que hace procedente calificar al hecho de superlativamente injurioso y por tanto, merecedor de alto reproche crematístico. Los jueces que integran la Sala G explicaron con relación a la pérdida del embarazo que “no ha quedado acreditado en modo alguno, pero que sí revela su simulación vaya uno a saber por qué motivación”, remarcando que tal hecho “en el entorno en que ambos esposos deseaban tener un hijo, aparece como de inusitada gravedad al punto de constituir afrenta suma aprehendida por el inciso 4to. del artículo 202 , en correlato con el 1º del 215 , ambos de la ley sustantiva, que esgrimió el esposo”. Los camaristas determinaron que “habida cuenta que la traba litigiosa muestra la aceptación de ambos en el sentido de el deseo por la progenie, la mendacidad a la que he hecho referencia no sólo habilita a mi juicio coincidir con la solución a la que arribó la anterior magistrada, sino que también, al tiempo que despoja a la dejación del elemento subjetivo necesario ( maliciosidad) para la configuración de la causal que invocó la actora en su escrito inaugural”. Sentado ello, la mencionada Sala resolvió en el fallo del 25 de septiembre de 2012, que resultó escaso el monto adjudicado al reconviniente, y teniendo en cuenta las particularidades del caso, fijaron como razonable la suma de 15 mil pesos, confirmando en todo lo demás la sentencia de grado.